Cada cierto tiempo sembraba una semilla, y la cuidaba hasta que esta semilla se convertía en una bella planta, entretanto, Él seguía soñando con la maravillosa vida que deseaba. Mientras la planta crecía Él cuidaba todos los detalles de la planta, cuidaba que tuviera Sol, agua, cariño y suficiente atención para crecer y convertirse en una bella planta.
Una vez que la planta ya había crecido, la observaba y la disfrutaba un rato, pero llegaba un momento en que la abandonaba o la regalaba, solo unas pocas plantas pasaban a su jardín personal y formaban parte de sus tesoros más preciados.
El Jardinero continuaba soñando con la maravillosa vida que deseaba para Él.
Después de algún tiempo sembraba otra semilla y se dedicaba a ella hasta que la veía convertida en una bella planta, y de nuevo, la cuidaba un rato, y de nuevo, la volvía a regalar o abandonar para que otro jardinero la adoptara y la cuidara.
Así pasaron muchas lunas, así pasó mucho tiempo, así pasaron muchas plantas, y el jardinero, continuaba soñando con la maravillosa vida que deseaba para Él.
Hasta que un día, el jardinero amaneció muy desilusionado, pues pensaba que en todos sus años de vida, solo se había dedicado a sembrar una planta tras otra, sin preocuparse por seguir su sueño, sin construir su historia personal.
Durante varios días, quizás, semanas, puede que hayan sido meses o incluso años, el jardinero se miraba frente al espejo y se repetía, "Esta no es la vida que quieres para tí", pero no se lograba responder la otra pregunta, "¿y cuál es la vida que quieres para tí?"
El jardinero se sentía perdido, sentía que su vida no tenía ningún sentido y fue cuando decidió acudir donde uno de los grandes maestros de la Aldea para que le dijera cual sería el camino más acertado para Él. Estuvo un tiempo trabajando con este ser admirable y finalmente, cuando tuvo la oportunidad de hablar con Él, este solo le dijo:
"Las respuestas están dentro de tí, solo tú sabes cuál es el mejor camino"
Esto lo decepciono un poco, por un tiempo anduvo molesto con todo el mundo, aún seguía soñando con la maravillosa vida que deseaba para El, pero seguía sin saber cuál era esa vida que deseaba para Él mismo.
Luego de un tiempo, decidió acudir donde otro gran sabio, y nuevamente cuando tuvo la oportunidad de hacerle la gran pregunta, este también le respondió:
"Hijo, las respuestas están dentro de tí, solo tú y nadie más que tú, puede saber qué es lo mejor para tí".
Al escuchar nuevamente esta respuesta, el ya no tan joven jardinero, se quedó muy preocupado, y se dijo, pero si las respuestas están dentro mí, como lo han dicho todos los sabios a quienes les he consultado, entonces, cuál es la respuesta?
El Jardinero tenía muchos deseos de sembrar una nueva semilla, pero le cansaba solo imaginar todo el trabajo que tendría que hacer para poder ver crecer esta nueva planta. Seguían pasando los días y seguía deseando ver crecer esta nueva semilla y seguía cansado de solo pensar todo el trabajo que tenía por delante.
Comenzó a justificar este comportamiento con miedos, le daba miedo que la semilla no creciera, le daba miedo que los colores no fueran como Él se los imaginaba, le daba miedo que la planta se muriera antes de tiempo, pero al final, Él sabía que eran solo excusas para no sembrar esta nueva semilla.
El jardinero pensaba que le faltaban algunos recursos, para poder sembrar esta planta, pensaba que le faltaba determinación para iniciar esta nueva empresa, pensaba que le faltaba perseverancia y confianza en el mismo.
Un día, el jardinero se puso a recordar todas las plantas que había sembrado y visto crecer hasta ahora y se pudo dar cuenta que en todas ellas había puesto en práctica su perseverancia y su determinación para sembrar y cuidar todas esas bellas plantas que había visto crecer hasta ese momento. Recordó otros momentos y pudo notar también que era una persona segura de sí misma, elocuente y simpático, y eso lo había notado en muchas situaciones de su vida, por lo que pudo ver que eso no era lo que lo estaba limitando para sembrar esta nueva semilla que tanto deseaba sembrar.
Siguió pensando durante varios días y finalmente un día pudo entender lo que decían todos los grandes maestros, que las respuestas estaban dentro Él mismo, ese día se percató que El era un jardinero que se sentía feliz haciendo lo que hacía, que eso era lo que más disfrutaba y que eso era lo que quería seguir haciendo en su vida.
A partir de ese día, se dedicó a escoger cuidadosamente las semillas que deseaba sembrar y sabía que después de eso era preciso preparar el terreno donde sembraría las mejores semillas y luego debería cuidarlas diariamente, echarle agua, sacarlas al sol, y darles cariño constantemente, a partir de ese día cada semilla que tomaba y que decidía sembrar lo hacía con perseverancia y determinación, con cuidado y con tesón, con cariño y determinación, con amor y con pasión.
El jardinero se dio cuenta que deseaba seguir siendo un jardinero, solo que ahora quería enseñar a otros seres humanos a sembrar en el jardín de sus sueños.
Luis Alfonso
Imagen tomada de: eljardindedouglas.blogspot.com